Comentario
La concepción y métodos de análisis e interpretación actuales son el resultado de una larga serie de trabajos que se han ido solapando, sintetizando y ajustando desde los primeros pasos de nuestra disciplina. En ello han intervenido multitud de factores y análisis interdisciplinares que han sentado las bases de los equipos de investigación actuales. Desde sus primeros pasos se vincula a la geología en toda Europa. En España se une especialmente a los cuerpos de ingenieros, como Vilanova i Piera, Casiano del Prado, L. Siret, etc., quienes junto a personalidades procedentes de profesiones liberales, como Sautuola, van jalonando los primeros descubrimientos y síntesis. Los comienzos de la Prehistoria son conocidos por los descubrimientos casuales de profesionales libres aficionados (Sautuola, Boucher de Perthes) y el reconocimiento científico de los descubrimientos arqueológicos por parte de ingenieros (Siret es el mejor exponente, junto con Vilanova i Piera y Casiano del Prado) o geólogos en su mayoria (Lyell, por ejemplo).
Estas etapas se caracterizan por la intención de buscar la sucesión y evolución de las industrias, así como de la mente humana. Los primeros decenios del siglo XX constituyen la fijación general de cronologías y esquemas generales de la evolución de las faunas e industrias, así como de los hallazgos antropológicos. La figura más representativa es el abate Breuil, cuyo peso sigue notándose en la actualidad. Es la época de la fijación de criterios taxonómicos. De los años veinte a los sesenta se van formulando los criterios que ilustran sensiblemente las décadas posteriores. La aceleración de hallazgos antropológicos, el asentamiento de esquemas generales y la evolución tecnológica serán las bases de las pautas de investigación. De esta forma, asistimos al inicio de la formulación de coetaneidades de las industrias, así como sus raíces evolutivas (Bourgon, Peyrony) y, al mismo tiempo, comienza a incidirse sobre las respuestas económicas. En este sentido la tradición inglesa será la que realice la aportación fundamental, desde Gordon Childe a J. D. G. Clark. Tras este período comienza a atisbarse la necesidad de desgajar la idea del fósil guía. Se produce una cristalización de estas tendencias que se apoyan, asimismo, en la búsqueda de una metodología científica. La plena madurez de esta etapa se observa en la década de los sesenta y sus resultados y asimilación en los setenta.
Por un lado, tendríamos el asentamiento de conceptos y sistemas geológicos en la Prehistoria. Fundamentalmente la figura de F. Bordes, quien introduce el concepto de facies, conjunto y aplicación de sistemas sencillos de análisis matemáticos y su representación gráfica a partir de la construcción de una lista tipológica básica. El mismo concepto y método serien aplicados poco después por D. de Sonneville-Bordes. Junto a F. Bordes y D. de Sonneville-Bordes, aparece una corriente dialéctica, menos apegada a la tradición geológica, que busca la dialéctica interna y estructural de las industrias; esta corriente analítica viene representada fundamentalmente por G. Laplace. Ambos sistemas se aplican en los estudios de nuestro país desde la década de los sesenta, siguiéndose en muchos casos un camino múltiple. Las listas tipológicas de Bordes y D. de Sonneville-Bordes/Perrot fueron traducidas a nuestro idioma por J. A. Moure y utilizadas regularmente en los trabajos de la Cornisa Cantábrica. Partiendo del análisis de la industria ósea y del arte mueble por I. Barandiarán, básico para la investigación. Tras el establecimiento de tipologías y sistemas que permiten esbozar las características morfológicas, se inician los análisis sobre la funcionalidad de las mismas (Semerov) que, sin embargo, no se extenderán hasta finales de los setenta, y ya fundamentalmente en los ochenta, en los que los análisis de huellas de uso está plenamente asumida.
Al mismo tiempo, las corrientes filosóficas de diferentes escuelas marxistas tienen su eco e influyen en la investigación prehistórica, tendiendo casi siempre a los análisis económicos. Por un lado, se produce la corriente derivada de la antropología estructural (Levi-Strauss) que cristalizará en los trabajos en Prehistoria de un etnólogo de formación: A. Leroi-Gourhan. Su aportación se asienta sobre trabajos de campo pormenorizados con la búsqueda de las estructuras que configuran un sistema. Sus interpretaciones se vuelcan también hacia el mundo del arte, así como a la organización interna de los asentamientos. En este sentido también encuentra A. Lamming-Emperaire, aunque sus trabajos tuvieron menor repercusión. La tradición anglosajona cristalizaría en vertientes paralelas a las que la filosofía analítica de B. Rusell, unida posteriormente a la escuela de Viena y la escuela de Frankfurt, añadieron nuevos matices.
Por un lado, se dio la búsqueda de las relaciones económicas entre el hombre y el medio ambiente, creándose el término de Paleoeconomía (Higss) para determinar las actividades económicas y el comportamiento humano frente al medio. Atienden fundamentalmente a la etología del hombre y se asimilan los conceptos de la zoología (territorialidad y estacionalidad), centrándose en la búsqueda de recursos. En España sus teorías han sido llevadas a la práctica por sus discípulos Bailey y Davidson, y han influido en algunos análisis específicos de investigadores peninsulares.
Por otro lado, tenemos la tendencia que ha marcado buena parte de la investigación anglosajona. Esta oscila entre la tradición inglesa creadora de la arqueología analítica, enraizada en la búsqueda de la clarificación científica de la disciplina y la influencia de esta tradición en Estados Unidos donde, desde la perspectiva de la antropología cultural, se intentaban obtener unos planteamientos científicos que trascendieran la arqueología normativa, que acabó transformándose en la constelación de tendencias que se han denominado Nueva arqueología. Nacida ésta de la búsqueda de las raíces y fundamentos conceptuales de la (Prehistoria) Arqueología como ciencia, tomó en Estados Unidos una nueva o mejor dicho nuevas tendencias, incardinándose en el análisis antropológico - que cristalizará en "Man. The Hunter" (1968) -, y comenzó a servir de pauta para radicales y enfervorizadas críticas a lo largo de la década de los setenta. Las criticas hacia la arqueología normativa ya habían comenzado en los sesenta, planteando como alternativa el estudio del comportamiento como rasgo fundamental y la búsqueda de sistemas básicos que trascienden la cultura y los individuos.
A partir de los años setenta, comienza a observarse una tendencia crítica hacia la postura de la Nueva arqueología, si bien se conservan rasgos muy específicos de ésta, como es la caracterización de la adaptación al medio. Estas tendencias han repercutido en la investigación peninsular, integrándose en ella siempre desde una perspectiva histórica, salvo en casos muy extremistas. En la actualidad, se ha cerrado un ciclo de estudio de las sociedades cazadoras-recolectoras, en el cual se han analizado las secuencias y complejos culturales desde las perspectivas actuales. A partir de aquí la demostración de las hipótesis planteadas y la constatación de las teorías expuestas será el largo camino a recorrer en el futuro.
Las discusiones sobre el comportamiento de los primeros ancestros han llevado a una serie de investigadores a reflexionar y estudiar la etología de diferentes especies de póngidos, muy próximos a nosotros en la escala evolutiva, fundamentalmente gorilas y chimpancés. Entre ellos cabe destacar a J. Goodall y D. Fossey, a quienes L. Leakey impulso a estudiar los chimpancés y gorilas, respectivamente. Entre los estudios realizados destacan los que se refieren al comportamiento de los chimpancés, entre los que se han definido una serie de pautas que pueden marcar una serie de áreas culturales, relacionadas con la búsqueda de alimentos, especialmente la obtención de termitas, uno de sus manjares favoritos. Siguiendo a J. Sabater Pi, estas regiones se sintetizan en tres grandes áreas:
1. Área cultural de las piedras. Situada en Africa occidental, y en la cual la subespecie Pan troglodytes utiliza piedras para quebrar el hueso de frutos silvestres.
2. Área cultural de los bastones. Situada en Africa centro-occidental, región difícil y de intrincada vegetación, en la que se da una protoindustria de bastones rectificados a partir de palos y ramas que pelan y aguzan y cuyo autor es el Pan troglodytes troglodytes.
3. Área cultural de las hojas. Situada en el borde oriental del lago Tanganika (y posiblemente las selvas de Uganda), esta región se define por la manipulación, del Pan troglodytes schweinforthi, de hojas con la misma finalidad de extraer termitas. En esta misma zona, J. Goodall encontró la técnica de pesca de termitas.
Estos trabajos y el comportamiento social, en el que se incluye el aprendizaje de los individuos pequeños a través del juego, inciden sobre el conocimiento que tenemos acerca de la evolución humana.
Una de las características de la especie humana es su habilidad para fabricar y utilizar instrumentos. La cultura se ha definido como la serie de adaptaciones extrasomáticas utilizadas para defenderse de los medios ambientes externos. A esto podemos añadir que estas adaptaciones son dinámicas. Mientras que, como hemos visto, algunas especies cercanas a nosotros, como los chimpancés, son capaces de utilizar palos o piedras, sólo la especie humana es capaz de trascender esa utilización, para transformarlos, cambiarlos y, en suma, crear otros nuevos. Esta dinámica es la base que permite a los prehistoriadores estudiar las diferentes épocas de la cultura humana, pues esta creatividad innata provoca la existencia de modelos diferentes en los distintos tipos de elementos utilizados por los seres humanos. Esto comprende desde los restos de habitaciones hasta los instrumentos utilizados para transformar los alimentos, y desde el vestido hasta las armas de caza.
Sin embargo, el registro arqueológico no nos ofrece una representación total de todos ellos, sino que sólo se conservarán aquellos fabricados con materias primas imperecederas, que son las menos numerosas. Así, aquellos elementos fabricados con productos vegetales, como madera, corteza o hierba, o animales, como las pieles, tendones, cuernos de bóvidos o rinocerontes, etc., se han perdido definitivamente. De forma que sólo las piedras o restos animales como huesos o astas constituirán la fuente principal de nuestra información. Pero ésta es sólo una parte de la realidad cotidiana de los grupos humanos paleolíticos, con lo que la actividad del prehistoriador, es, en gran medida, una labor casi detectivesca, en la que partiendo de vestigios restringidos se debe intentar reconstruir todas las actividades de los grupos humanos.
Los restos de animales extinguidos y de instrumentos líticos, cuyo uso se había olvidado, fueron las evidencias que los primeros prehistoriadores reconocieron como las huellas de los antiguos habitantes de nuestro mundo. Las investigaciones posteriores han ido avanzando en nuestro conocimiento de las técnicas utilizadas por los grupos prehistóricos y estableciendo un marco de referencia donde poder reconocer las diferentes etapas de la Prehistoria.
La primera división de la Prehistoria se basó en los tipos de instrumentos utilizados, distinguiéndose una Edad de la Piedra de una Edad de los Metales. Según la forma de trabajar la piedra, se establece un Paleolítico - Edad de la Piedra Antigua - con instrumentos de piedra tallados que se distinguía del Neolítico - Edad de la Piedra Reciente en la que se pulía la misma. Igualmente, se hablaba de un Mesolítico - Edad de la Piedra Media - que actuaba de enlace entre ambas técnicas. Así, es la técnica de elaboración de los instrumentos lo que se convirtió en el primer criterio utilizado en la estructuración de la Prehistoria. También la técnica de talla sirvió para caracterizar las divisiones internas del Paleolítico. Así, el Paleolítico Inferior se caracterizaría por útiles sobre núcleos como los cantos trabajados o los bifaces. La industria sobre lascas será la base del Paleolítico Medio y las hojas marcarán el Paleolítico Superior.
Los avances de la investigación han demostrado que, como todas las generalizaciones, esta organización es falsa y que las industrias sobre lascas aparecen ya en el Paleolítico Inferior y que también en este momento se empieza a utilizar la técnica de hojas. También se hizo un paralelismo entre el Paleolítico Inferior como una obra de los Homo Erectus, el Paleolítico Medio de los Homo sapiens neandertalensis y el Paleolítico Superior de los sapiens sapiens. Igualmente, el desarrollo de la investigación ha cuestionado esta ecuación. Durante el Paleolítico Inferior, según los últimos descubrimientos, ya pueden aparecer los primeros Homo sapiens neandertalensis. Durante el Paleolítico Medio la presencia de los Homo sapiens sapiens está claramente demostrada en África y el Próximo Oriente, donde conviven con los neandertales durante casi más de 50.000 años, fabricando los mismos tipos de instrumentos.
De esta forma, la correlación entre los tipos humanos y las industrias no se puede apoyar en ningún caso, como proponen algunos investigadores. También durante los primeros momentos del Paleolítico Superior europeo encontramos, en Saint-Cesaire (Francia), restos de neandertales asociados a industrias del Perigordiense Inferior. Sin embargo, esta terminología se mantiene actualmente en aras de una mayor operatividad.
Muchas de las críticas, sobre todo de la escuela anglosajona, caen en una cierta ingenuidad. No creemos que ningún historiador defienda la unicidad de la Edad Media o la Edad Moderna, ni ningún geólogo la del Cretácico o del Mioceno, sin embargo, su operatividad los sigue convirtiendo en puntos de referencia a la hora de organizar nuestro conocimiento de la historia. La interrelación y la continuidad son hechos presentes en el registro histórico; cada época es heredera de la anterior y en ella se dan las condiciones que caracterizarán a las siguientes.
Las rocas utilizadas a lo largo del tiempo por los grupos humanos para fabricar sus instrumentos son casi todas las disponibles, desde las ígneas como los basaltos o la obsidiana, las sedimentarias como los sílex o las calizas y las metamórficas como los esquistos o las cuarcitas. De entre ellas, serán los sílex y las cuarcitas los preferidos al presentar un modelo de fractura previsible, de forma que el producto final pueda ser preparado por el artesano. A lo largo del Paleolítico, las técnicas de trabajo de la piedra van a experimentar un desarrollo completo, pues permitirán a los grupos humanos cubrir casi todas sus necesidades. A fin de permitir un mejor seguimiento de la obra, presentaremos de forma sumaria las distintas técnicas utilizadas, así como una terminología de los distintos útiles líticos.
Generalmente, para la talla de la piedra se parte de un nódulo de piedra, al que se golpea con un percutor; éste puede ser de piedra o de madera, dependiendo de la necesidad. Mediante una serie de golpes repetidos sobre la superficie de una roca se levantan una serie de esquirlas. Estas esquirlas, conocidas como lascas, se pueden a su vez trabajar con un percutor de madera o hueso - percutor blando - o un compresor para, mediante el retoque, conformar la lasca según el diseño necesario. Así, se puede utilizar un percutor de piedra o percutor duro - que permite golpes intensos y potentes, para obtener las primeras lascas.
Siguiendo una serie de técnicas, que se ha llegado a reproducir experimentalmente y contrastar con la evidencia arqueológica, se han podido reconstruir las distintas etapas en la fabricación de instrumentos. Habitualmente, se comenzaba por levantar una primera serie de lascas para regularizar el nódulo y levantar la capa superficial de la roca, para convertir así el nódulo en un núcleo de donde sacar lascas más regulares. Esta capa, formada por meteorización de la roca y denominada cortex, no suele tener buenas condiciones de trabajo.
Por otro lado, normalmente los nódulos son irregulares, por lo que se hace necesario este trabajo de desbastado a fin de permitir que su forma permita la extracción fácil de lascas. La intención del artesano es preparar una superficie. Esta superficie conocida como plano de percusión permite, mediante la repetición de golpes con un percutor, la extracción del mayor número de lascas posible. Sin embargo, en muchos casos se hacía necesario volver a preparar el núcleo, al presentar éste irregularidades internas o por haberse agotado el plano de percusión. Del núcleo se levantan una serie de lascas, que se conocen globalmente como productos de acondicionamiento, cuya intención es restaurar o preparar otro plano de percusión. Así se levantan flancos o aristas, dependiendo de la parte del núcleo que se trabaje.
En la lasca queda una parte del plano de percusión, conocido como talón, que permite, aunque no se conozca el núcleo del que viene, conocer la técnica de preparación. También sobre la lasca se puede reconocer un bulbo característico, que suele ser la mejor huella de la acción humana, quedando sobre el núcleo el negativo de este bulbo. Cuando se levanta otra serie de lascas también queda sobre su superficie la huella de los levantamientos anteriores, formando sobre la superficie de la lasca una serie de aristas que se corresponden con los negativos de las lascas que se extrajeron con anterioridad. El talón puede ser liso si viene de un plano de percusión no preparado o facetado si presenta un plano preparado por un pequeño lascado o retoque.
A lo largo del Paleolítico el interés de los artesanos se centró en la optimización de la obtención de lascas. Durante las primeras épocas se utiliza una talla oportunista, en la que se sigue una cadena irregular de obtención de lascas. Ya en el Paleolítico Inferior se descubre una serie de técnicas orientadas a conseguir lascas con formas predeterminadas. La más importante es la técnica Levallois, por el yacimiento parisiense del mismo nombre. Esta técnica parte de un nódulo al que se le prepara una superficie por levantamientos periféricos, de forma que los negativos y las aristas presentan un cierto parecido con un caparazón de tortuga, posteriormente se prepara por retoque un plano de percusión y se levanta la lasca. Del núcleo así preparado se pueden obtener lascas de formas estandarizadas, bien redondeadas o bien apuntadas. La clave de la técnica Levallois es que el artesano puede predeterminar la forma de la lasca antes de sacarla del núcleo y seleccionar aquéllas más útiles en cada momento. Sin embargo, esta técnica es muy cara en materia prima, pues de un núcleo no se pueden obtener muchas lascas, normalmente de 3 a 8. Una optimización es continuar la talla por levantamientos periféricos repitiendo continuamente el proceso; esta técnica, conocida como centrípeta o helicoidal, genera lascas triangulares de formas muy semejantes, aunque de menor tamaño que la Levallois, por lo que suele ser utilizada en regiones donde las materias primas son escasas o de baja calidad.
El paso final es la obtención de lascas alargadas conocidas como hojas. La técnica de obtención de hojas se descubre también durante el Paleolítico Inferior, aunque será durante el Paleolítico Superior cuando se extienda y se convierta en la base de una importante variabilidad de formas de instrumentos. La clave de la técnica de hojas es permitir que éstas se puedan obtener en gran número y que sus formas sean lo más homogéneas posibles. Mientras que las técnicas de lascas producen núcleos de formas redondeadas y más o menos globulares u otros discoides como los procedentes de la talla helicoidal, las técnicas de hojas producen núcleos piramidales o prismáticos, con largos negativos de las hojas extraídas.
El uso del retoque permite, como dijimos, transformar las lascas y hojas. A lo largo del Paleolítico los grupos humanos necesitaron instrumentos con los que realizar sus actividades. Los investigadores del siglo XIX fueron los primeros en identificarlos y reconocer en ellos una serie de formas que se repetían en los distintos yacimientos. Atendiendo a las formas de los instrumentos que utilizaban aún muchos de los artesanos de la época los denominaron raspadores, buriles, raederas, puntas, cepillos, etc., pues no podemos olvidar que en esta época aún se trabajaba el sílex para la fabricación de los pedernales usados como mecheros o en los fusiles de chispa. Esta terminología, que implica una cierta idea de función, ha perdurado hasta la actualidad. El establecimiento de tipologías basadas en esta terminología ha sido durante mucho tiempo una de las mejores armas de la investigación paleolítica y la forma de establecer relaciones y comparaciones entre los distintos yacimientos. Los trabajos fundamentales para el Paleolítico Europeo son las listas tipológicas establecidas por F. Bordes para el Paleolítico Inferior y Medio y la de D. de Sonneville-Bordes y J. Perrot para el Paleolítico Superior. También se ha utilizado en otros períodos como el Postpaleolítico, con listas tipológicas como las de J. Texier o J. Fortea.
Su validez ha sido ampliamente criticada por muchos autores, que ven en ellos el reflejo de una idea empírica y subjetiva del arqueólogo y no una auténtica morfología creada conscientemente por los artesanos paleolíticos. Sin embargo, la repetición de formas estereotipadas y, a veces, con una dispersión cronológica y/o espacial restringida, permite que el uso de tipologías-listas tipológicas sirvan como base principal de los inventarios del material lítico.
Como alternativa y a la vez como complemento, se han desarrollado otros acercamientos basados en la descripción analítica de los instrumentos. Partiendo de criterios como las dimensiones, los tipos de retoques, o el establecimiento de variables cuantitativas o cualitativas que permitan describir la pieza, se ha intentado el establecimiento de alternativas como la tipología analítica de G. Laplace o el análisis de atributos de H. Movius y su escuela. Otro acercamiento es el análisis de huellas de uso, que permite la reconstrucción de las actividades realizadas con los instrumentos líticos. Mediante el análisis microscópico de los materiales se ha podido reconocer que no sólo los elementos retocados fueron utilizados, sino que también muchas de las lascas que no entrarían dentro de las listas tipológicas sirvieron para una u otra actividad. Sin embargo, esta técnica no es de amplio uso, pues los problemas de conservación de los materiales y la dificultad que entraña analizar microscópicamente los miles de piezas presentes en un yacimiento impiden su generalización. A pesar de esto, ha servido para obtener gran cantidad de información, pues nos ha permitido conocer mejor el uso de los distintos instrumentos y el constatar que muchas veces no sólo se utilizaban para una actividad, sino que el mismo objeto había servido para varios usos.